Tejiendo el cambio

Fui invitado a otro grupo de Facebook, de esos de buscar la “confluencia”. Es decir, iniciar otro proceso tortuoso de intento de unión, donde los egos no van a ceder.

Estamos todos planteado mal el asunto.

Debemos empezar en el mundo físico y ponernos en contacto todos con todos. No es el primer grupo que explora el camino de la unión, normalmente electoral, ya visitado en remil ocasiones.

Es un grupo heterogéneo formado por personas de colectivos con (posibles) nodos físicos pero baja interacción con otros colectivos. Esto en comparación con lo que voy a proponer.

De hecho, los colectivos en sí no son importantes. Lo importante son dos cosas: compartir el objetivo de cambiar lo que está podrido y que cada uno de nosotros es un nodo personal, un agente de cambio.

Aprovechemos que tenemos algo en común y creemos un movimiento paralelo, pero complementario, a todos los ya existentes. No hablo de reinventar el 15M, hablo de conectar personas. Cada uno de su padre y su madre, pero con un objetivo compartido: cambiar el mundo.

No debemos conformar otro proyecto centrado en la confluencia. Como ya se habrá notado, a mí ya no me interesa. He vivido tres, cuatro, yo que sé los que he visto. Me he aburrido, quemado, asqueado… Los humanos somos capaces de lo más dantesco y lo más extraordinario. Lo que propongo es explotar lo extraordinario.

Tejamos la red de la gente que quiere un cambio, de los que coinciden en lo más básico. Es inevitable que cada uno tenga su opción, su opinión y su pasión. Usemos eso a favor de la transformación social. Fomentemos el encuentro físico, el intercambio de ideas entre personas y la sana competición entre opiniones, con un objetivo claro: conseguir hacer realidad eso que tenemos en común.

Si tejemos esta red, basada en lo físico y coordinada por Internet, fundamentada en la confianza entre pares y en la cercanía, la confluencia (la de verdad, sin pasar por el rodillo a nadie) ocurrirá sola, en la forma que este “enjambre” decida. Más allá de nuestras preferencias personales, todos somos ya parte del mismo, pero como queremos arrastrar al otro a nuestra opción, acabamos por no hacer nada entre los que ya estamos hiperconectados (o como suelo denominarnos, los sospechosos habituales). Conectemos a todos, compartamos ideas y propongamos soluciones, y el resto vendrá sólo.

Dejemos de centrarnos en la confluencia, pero facilitémosla tejiendo conexiones. Un movimiento de personas abiertas, que no crean en soluciones mesiánicas ni se crean en posesión de la salvación de todos.

Y es que competimos demasiado con personas excluyentes, hablamos poco con los afines pero con otras vías de acción.

Nos sorprenderemos del resultado.